Mensaje de bienvenida
¿Alguna vez se ha puesto a pensar en la forma en que el conocimiento ha ido incrementándose desde los inicios de la historia? Según lo expuesto por Fernández (2012), en el año 1750 se alcanzó la primera duplicación de todo el conocimiento que había sido construido durante la existencia de la humanidad, lo cual parece lógico considerando la gran cantidad de años que habían transcurrido. Pero lo interesante es que para el año 1900 se dio la segunda duplicación y algo aún más impresionante es que en 1950 se da la tercera. A ese ritmo acelerado de producción de conocimiento, para finales de los años noventa se estableció un ritmo de duplicación de cada 4 años y se estima, que para el 2020 se duplicaría cada 75 días.
Estamos hablando entonces de cantidades inimaginables de conocimiento. Impresionante ¿verdad? Si a esto agregamos que el producto de ese crecimiento desmedido se encuentra más disponible que nunca, gracias a los aportes que la tecnología de la comunicación y la gestión de la información _tanto en conexión como en aparatos electrónicos_ han brindado a la sociedad, nos ubicamos frente a unos de los momentos más cambiantes en relación a la información y el conocimiento. Porque si reflexionemos por un momento, todo ese conocimiento se encuentra hoy al alcance de un dedo y una conexión Wifi. Ante este panorama, resuena con fuerza la pregunta:
Aunque la respuesta no es fácil, si es posible identificar algunos aspectos que se consideran de gran importancia en el esfuerzo por comprender la misión de la universidad, en relación a los procesos de formación de las actuales y futuras generaciones.
Un aspecto inicial que se puede abordar es la diferencia que existe entre la información y el conocimiento, para lo cual, se ofrece una conceptualización _entre la gran variedad que hay_ de ambos conceptos.
La información se refiere a los datos que se generan en la sociedad, valorados generalmente por la novedad e inmediatez con que se ofrecen, los cuales, se pueden utilizar para fines particulares según el abordaje que se les brinde. Como lo expone UNESCO (2005), la información se considera como un instrumento, que puede venderse o comprarse según las reglas del mercado. Asimismo, está muy vinculada con los avances de la tecnología, en relación con la capacidad de almacenamiento y gestión que le ofrece. Además, según lo mencionado por McDonald (2012), son datos estructurados pero inertes, hasta que se sean interpretados y utilizados.
A su vez, el conocimiento se puede entender como un proceso dinámico, activo y subjetivo (Segarra y Bou, 2005), de construcción y reconstrucción compleja que realizan las personas (Rendón, 2005), que en palabras de Piaget (citado por Rendón, 2005), se ponen en juego la asimilación, la integración y reorganización de esquemas. Asimismo, se entiende como el resultado obtenido de la interpretación y aplicación de la información, desde distintos factores sociales, culturales, éticos, científicos, ambientales, económicos, entre otros, que conforman la esfera de vida humana. Como lo expone Sther (citado por Fernández, 2012) el conocimiento se relaciona con la capacidad de actuar, es decir, poner en acción eso que se conoce, para llevar a cabo diferentes labores.
En este sentido, su objetivo primordial _quizá ahora considerado romántico o iluso, debido al poder que tienen las reglas del mercado_ es el de asegurar la supervivencia en el planeta y mejorar las condiciones de vida, según McDonald (2012) desde su papel como el principal promotor del desarrollo productivo, idealmente distribuido y aplicado en las diferentes áreas de acción humana.
Con esta diferenciación, se puede concluir que aunque la sociedad cuente con un mar de información _bases de datos de dimensiones inimaginables y acceso casi ilimitado a ellas_ no es suficiente y queda evidenciada que la labor de la universidad consiste en desarrollar en los estudiantes la capacidad de navegar en él, es decir, volverse hábiles en la búsqueda, selección, reconocimiento y aplicación de esa información, para generar nuevos conocimientos y así, afrontar de forma adecuada las condiciones actuales de existencia. Desarrollar la capacidad de aprender a aprender.
Hasta aquí se ha clarificado esta misión de la universidad, en relación con la información y el conocimiento, pero a la vez, surge el reto de responder a las preguntas: ¿cómo lograr el desarrollo estas competencias en la población estudiantil?, ¿cómo lograr que aprendan a aprender? Para ofrecer una propuesta de respuesta a esta interrogante, se utilizará el apoyo de la metáfora del mar y la navegación en él.
En la tarea de desarrollar las habilidades para la navegación, es importante primeramente enfocar los esfuerzos en conocer el mar. Esto implica acercarnos a él para distinguir las corrientes que pueden estar en contra o a favor del recorrido (información válida e información ficticia), estimar la influencia que las mareas y el viento pueden ejercer en la travesía (paradigmasy políticas mundiales), saber interpretar las estrellas en el firmamento oscuro como único referente en algunas ocasiones (incertidumbre científica), conocer sus variadas profundidades y los aportes que estas pueden brindar (diferentes niveles de información), conocer la vida que hay en él (visión holística para la comprensión de la realidad), entre muchas otras condiciones que son importantes de dominar, para llegar a ser un experto navegante.
Aunado a este conocimiento acerca del mar, se deben enfocar esfuerzos en el desarrollo de las habilidades en el uso de los instrumentos de navegación (tecnologías emergentes), es decir, se debe conocer desde el funcionamiento de una embarcación de velas (técnicas), hasta los motores y controles más sofisticados de los yates (tecnología aplicada), es decir, que sea competente en el uso de la brújula y en los radares satelitales de punta.
De esta manera, sin importar las condiciones del clima (experiencias personales, sociales y laborales) o las particularidades del mar (exceso de información, duplicidad o contracciones en los datos, dificultada para el filtrado lo que se requiere) que deba enfrentar, el navegante experto será capaz de aplicar sus conocimientos en la búsqueda de soluciones, para llevar a cabo el recorrido de forma segura, eficaz y eficiente.
En este punto, es muy importante definir el puerto (resultados de aprendizaje) al cual se quiere llegar, esa meta trazada hacia la que se enfocarán todos los esfuerzos para alcanzarla. Tener claro el punto de llegada es indispensable para la navegación, ya que como lo mencionaron Gutiérrez y Prieto (2002) “quién no sabe a dónde va, es posible que no llegue” (p. 52).
En esta misma reflexión, se debe pensar incluso en la necesidad de aprender a nadar, con el objetivo de contar con las herramientas básicas para salir adelante, aún en las peores condiciones; ya que entre el puerto y el navegante (aprendiente), este último deberá enfrentar un horizonte (la vida) compuesto por una gran variedad de situaciones inciertas y solo contará con sus saberes, habilidades y actitudes, así como con su capacidad de análisis, reflexión, evaluación y toma de decisiones, para proponer soluciones creativas ante estas incertidumbres y retos.
Con esta metáfora de la navegación que acabamos de recorrer, se muestra una imagen clara de la labor de las universidades, ya que a pesar de que la información _y cada vez más el conocimiento_ está en la palma de la mano, esta institución continúa cumpliendo una labor importante e indispensable en el fomento y desarrollo de la capacidad de aprender a aprender de sus estudiantes. De manera integral, como lo exponen Rodríguez, Luna y Vargas (2010), cumple la función social de formar ciudadanos responsables y comprometidos, que tengan las habilidades, actitudes, valores, cualidades y conocimientos de su área de especialización así como complementarios a esta, incluyendo la destreza para la investigación y la toma de decisiones, con apertura al trabajo colaborativo y la creatividad; con el fin de que puedan proponer soluciones a problemas presentes y a los que aún no existen.
Y ¿cómo logra esto la universidad? A través de los profesores y profesoras que contrata. De esta manera, aparece un nuevo elemento de reflexión sobre el proceso de aprendizaje: el docente, personaje que también ha ido evolucionando desde la figura autoritaria poseedora del conocimiento y de la verdad absoluta, incuestionable e inaccesible; hasta la persona que se ha formado en la teórica y la práctica en un nivel de experto, y que con su experiencia ha logrado construir un conocimiento propio e invaluable _capaz de proporcionarle la seguridad y perspicacia_ con el cual poder desarrollar estrategias de mediación pedagógica que le permitan guiar y facilitar el aprendizaje a otros.
Esta no es una tarea fácil, ya que así como ha cambiado la cantidad, calidad, profundidad y transferencia del conocimiento, así también las disciplinas encargadas de explicar cómo se aprende _apoyadas en los avances científicos_ han propiciado una transformación en el aprendizaje desde su conceptualización, hasta sus tipos e _indudablemente_ de las maneras de construirlo. Como efecto de este proceso, ha cambiado también el papel del docente. Asimismo, esto ha producido una evolución del rol pasivo de los estudiantes, presente en los paradigmas educativos tradicionales, hacia una nueva visión de autogestión del aprendizaje.
Como podemos ver, el cambio es la constante y esta condición genera situaciones de mucha incertidumbre. Claro está, antes de verlo como un problema, se puede interpretar como una oportunidad de reconfigurar la estructura educativa tradicional y de orientarse hacia nuevas formas de entender el aprendizaje. En esta nebulosa educativa, los aportes de Sousa (citado por Rodríguez, Luna y Vargas, 2010), dan algunas luces hacia dónde orientar el timón o por lo menos, hacia dónde no se deben enfocar más esfuerzos, al considerase parajes ya superados. Los autores comentan que:
En estudios realizados se ha comprobado que la retención del conocimiento adquirido después de 24 horas en un estudiante es de 5% para clases magistrales, 50% para discusión en grupo, 75% para experiencias prácticas y 90% por enseñar a otros (p. 15).
Interesante ¿verdad? Claro está que esto es escasamente un acercamiento a este tipo de estudios, pero queda abierta la invitación a profundizar en estas temáticas sobre el aprendizaje, tan importantes para toda institución educativa.
Ante este desafío del siglo XXI, la Universidad Técnica Nacional ha realizado importantes esfuerzos en la construcción de una fundamentación epistemológica y pragmática de la formación de sus estudiantes, para dar respuesta a las cambiantes demandas educativas de este siglo. De esta manera, como está establecido en el Modelo Educativo de la Universidad Técnica Nacional, su propuesta se apoya en el enfoque educativo comprendido desde el paradigma de la Complejidad, incluyendo el pensamiento complejo y la visión holística del mundo, así como en una mediación desarrollada según los principios de la biopedagogía y la ecoformación como la estrategia educativa (UTN, 2016).
Con el interés de facilitar a la comunidad académica de la Universidad algunas orientaciones para la aplicación del Modelo Educativo de la UTN, se ofrece la serie denominada:
Esta publicación presenta una serie de fascículos pedagógicos elaborados especialmente para los profesores y profesoras de la Universidad, con el fin de facilitar información básica que les oriente en la elaboración de estrategias de mediación pedagógica que permitan generar espacios idóneos para el desarrollo de las experiencias de aprendizaje. En armonía con el lema de la UTN “En esta Universidad todos somos aprendientes”, estos fascículos promueven una participación activa tanto de docentes como de los estudiantes, en la construcción conjunta y crítica del conocimiento, desde los saberes conceptuales, procedimentales y actitudinales.
La estructura de cada fascículo presenta la conceptualización y descripción de una estrategia de mediación _desde las pedagogías activas_ además, una justificación de su uso con apoyo teórico de respaldo, también una propuesta de aplicación en el contexto universitario y finalmente, las referencias para profundizar en la temática. En concordancia con el Modelo Educativo, esta serie no pretende ser un manual ni un recetario de actividades educativas, sino más bien, se propone como una herramienta u orientación general que le sirva de insumo a la comunidad docente, para la elaboración de experiencias de aprendizaje acordes a las particularidades de cada uno de los cursos que desarrollan y de la población meta.
Siguiendo con la metáfora, el Modelo Educativo de la UTN se asemeja a un mapa que tiene marcado el punto de llegada en medio de la inmensidad del mar, es decir, la educación requerida para el siglo XXI. Pero este mapa no define una única ruta a seguir _por parte de la Universidad_ para llegar a ese puerto, sino que reconoce la riqueza que existe en la creatividad e innovación al momento de trazar la ruta del viaje, considerando todas las posibilidades que ofrece el mar. En este sentido, con esta serie de fascículos no se pretende definir la forma única en que se debe navegar, sino más bien, presentar una variedad de opciones, con sus ventajas y posibles usos, que le permita a la comunidad docente establecer su propia ruta, ritmo y estilo de navegación, es decir, de mediar el aprendizaje.
Una vez comentado esto, le invitamos a conocer, reflexionar y probar estas estrategias de mediación, desde el enfoque de las pedagogías activas, y así valorar su implementación en las experiencias de aprendizaje de la UTN.
Fernández, J. (2012). Perfiles de la o las Sociedades del Conocimiento. Revista Universitaria Ruta. 13. España. Recuperado de https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=19&ved=0ahUKEwizheKH9-fSAhXIjlQKHXquAFw4ChAWCDMwCA&url=http%3A%2F%2Frevistas.userena.cl%2Findex.php%2Fruta%2Farticle%2Fdownload%2F214%2F208&usg=AFQjCNF6QxCBeTeITT_sTJZoXDlqKVbbXA&bvm=bv.150475504,bs.2,d.eWE
Gutiérrez, F. & Prieto, D. (2002). Mediación Pedagógica. Apuntes para una educación a distancia alternativa. Programa EDUSAC. Guatemala.
McDonald, M. R. (2012). ¿Vivimos la sociedad de la información o del conocimiento? Internet y la comunicación móvil. Revista Cultura de Guatemala, 33(2), 63-93. Recuperado de http://web.a.ebscohost.com/ehost/pdfviewer/pdfviewer?vid=4&sid=85bab2c3-f887-4833-bdfe-ae25b8b883e8%40sessionmgr4007&hid=4107
Rendón, M.A. (2005). Relación entre los conceptos: información, conocimiento y valor. Semejanzas y diferencias. Brasília, v. 34, n. 2, p. 52-61. Recuperado de http://www.scielo.br/pdf/ci/v34n2/28555.pdf
Rodríguez-Sandoval, E., Luna-Cortés, J., & Vargas-Solano, É. M. (2010). Evaluación de la estrategia "aprendizaje basado en proyectos". Educación y Educadores, 13(1), 13-25. Recuperado de http://web.a.ebscohost.com/ehost/pdfviewer/pdfviewer?sid=3afa7032-48e3-481f-a5de-a930c0fafabe%40sessionmgr4006&vid=0&hid=4104
Segarra, M & Bou, J.C. (2005). Conceptos, tipos y dimensiones del conocimiento: configuración del conocimiento estratégico. Revista de Economía y Empresa. 55 (53). Pp. 115 – 195. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2274043.pdf
UNESCO. (2005). Hacia las sociedades del conocimiento. Ediciones UNESCO. Recuperado de http://unesdoc.unesco.org/images/0014/001419/141908s.pdf
María Rebeca Quesada Murillo
Asesora académica
Fascículos Navegando juntos
Centro de Formación Pedagógica y Tecnología Educativa
Vicerrectoría de Docencia
Universidad Técnica Nacional
2018
http://navegando-juntos-utn.mozello.com/
Ilustraciones tomadas de https://www.flaticon.com/
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Versión en PDF
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