Este fascículo brinda un acercamiento a una metodología activa que facilita
a los estudiantes involucrarse de manera integral en su proceso de aprendizaje,
al permitirles intervenir en un segmento de la realidad, seleccionada en sus
comunidades, con el propósito de ofrecer una posibilidad de mejora. De esta
manera, el Aprendizaje-Servicio, según lo expuesto por Mayor (2018),
es una metodología pedagógica que une dos aspectos:
el aprendizaje desde la experiencia y el servicio a la comunidad. Esto se logra
con una adecuada vinculación entre los objetivos educativos y la intervención
en la comunidad, lo cual requiere una debida planificación, para que los
estudiantes puedan poner en práctica sus saberes y así responder a las
necesidades identificadas en esa población.
Asimismo, según lo mencionan Sotelino, Santos-Rego, y Lorenzo (2016) citado por Sotelino, Santos y García (2019), el Aprendizaje-Servicio implica una “metodología experiencial que aúna aprendizaje y servicio comunitario en un único proyecto con base académica y cívica” (p. 75). Además, esta experiencia educativa pretende “afianzar conocimientos desde una praxis social y aplicada a las realidades circundantes” (p. 75), ya que, “el aprendizajeservicio pueda entenderse y aprovecharse como vector de innovación en la Pedagogía Intercultural (p. 76).
En una línea similar, Tapia (2006) y Westover (2012) citados por Fernández, Arco, Hérvas y Delgado (2017), indican que el Aprendizaje-Servicio, se puede definir como aquel “que integra los conocimientos y materias del currículo con el aprendizaje y la realización de trabajos útiles y solidarios en la comunidad, en colaboración con instituciones públicas y privadas” (p. 3).
De este sentido, el Aprendizaje – Servicio resulta ser una experiencia
que, además de promover el aprendizaje de contenidos, les permite conocer sobre
la realidad de las comunidades humanas que habitan en su contexto, reflexionar
sobre las necesidades que allí se presentan, así como, desarrollar la
sensibilidad ante las diferentes circunstancias que enfrenta, la creatividad y
la organización para generar alguna opción de mejora en esa población.
Al analizar esta estrategia de aprendizaje, es posible identificar varias razones por las cuales su utilización puede aportar grandes beneficios a los procesos de formación que se promueven desde la universidad. Un primer elemento que se quiere destacar es la visión integral del proceso de aprendizaje, ya que, no se enfoca solo en el desarrollo de un aprendizaje teórico o memorístico, o en uno basado en el hacer dejando de lado la reflexión y el pensamiento crítico, sino que esta modalidad permite el desarrollo de diferentes habilidades en los estudiantes, las cuales están relacionadas con su futura profesión, pero al mismo tiempo, con su responsabilidad y compromiso como ciudadano de un pueblo, un país y del mundo.
Con esta propuesta educativa, se está favoreciendo el fortalecimiento
de las competencias requeridas para una adecuada convivencia entre los
ciudadanos del siglo XXI, condición que debería ser la principal meta de
quienes tienen a cargo procesos de formación, ya que como lo expone Scott,
(2015) es necesario reflexionar acerca de “si las y los estudiantes de hoy en
día cuentan con la combinación de pensamiento crítico, creatividad y
habilidades de colaboración y de comunicación que resulta necesaria para lidiar
con las nuevas situaciones inesperadas que afrontarán” (p. 1).
Otra ventaja que se puede considerar de esta estrategia, es que suscita un aprendizaje auténtico, es decir, que se planifica, se desarrolla, se evalúa y se ajusta, desde una perspectiva lo más cercana posible a la realidad de los estudiantes. Por lo que, los contenidos relevantes, las estrategias de mediación pedagógica y las actividades de evaluación, así como, el ambiente, los espacios y recursos, deben estar alineados y orientados para colocar o sumergir al estudiante en el escenario laboral – social más realista posible, con el fin de que puedan poner en práctica las habilidades de intervención que se ofrecen desde su disciplina o especialidad, adaptándose a las condiciones que se construyen y reconstruyen en la práctica cotidiana.
Como lo expone Mayor (2018) las experiencias de Aprendizaje – Servicio
“favorecen la comprensión problemática de la realidad donde se va a actuar:
diagnosticar y analizar las necesidades sociales a las que se pretende dar
respuesta; implementar un servicio adecuado a dichas necesidades y reflexionar sobre lo acontecido” (p. 5). El autor
continúa exponiendo, que el aprendizaje así promovido se caracteriza por ser
contextual (situaciones reales), vivencial (implica a los estudiantes) e
integral (desarrolla competencias para pensar y actuar, para la vida). Adicionalmente,
el autor reconoce que esto requiere la conexión con actividades reales, con el
fin de promover la reflexión-acción en cada estudiante y como grupo, desde
escenarios actuales y en situaciones concretas de intervención.
Otra condición importante, es considerar la posibilidad de incluir la
interdisciplinariedad al proceso de aprendizaje, ya que el abordaje de cualquier
situación en un contexto real, requiere de la intervención de diferentes áreas
de conocimiento y, por lo tanto, ofrece la posibilidad de realizar proyectos
conjuntos con otros grupos más avanzados de la carrera o con grupos de
estudiantes de otras especialidades. De esta manera, se ofrece una oportunidad
de aprendizaje en la que se relacionan diferentes saberes, personas,
experiencias, entre otros, así como lo expone Santos-Rego, Sotelino, y Lorenzo
(2015), citados por Sotelino, Santos y García (2019), al mencionar que “en las
experiencias de ApS [Aprendizaje - Servicio] se aprende mucho más que los contenidos
teóricos específicos de la disciplina en que se ubican” (p. 80). Es una
excelente oportunidad para ejemplificar el valor del trabajo colaborativo e
interdisciplinario en nuestros espacios áulicos.
Una vez que se ha analizado la conceptualización y los beneficios que puede brindar la aplicación de esta estrategia de aprendizaje al campo educativo, se ofrece una propuesta de aplicación, en la que se mencionan algunos pasos o etapas que podrían considerarse medulares en esta metodología, pero que en ningún momento pretenden ser una guía o receta para aplicar de manera estándar en cualquier ocasión, ya que estos pasos y el orden en que se describen, son sugeridos, por lo que pueden ajustarse y reacomodarse según cada docente lo considere pertinente, al reflexionar en los resultados de aprendizaje esperados y en las características de su grupo de estudiantes.
Como elemento
inicial, es importante considerar que toda experiencia educativa requiere tener
un rumbo o meta de aprendizaje bien definido, de manera que, todo esfuerzo que
se realice, todo material utilizado y todo proceso de evaluación y
realimentación aplicado, esté alineado hacia la consecución del resultado de
aprendizaje del curso. Como lo exponen Santos-Rego, Sotelino, y Lorenzo (2015) citados
por Sotelino, Santos y García (2019), “debe tener una clara
intencionalidad pedagógica, en tanto que proyecto educativo, planificado y
evaluado por parte del profesor” (p. 77). Es decir, no se debe confundir con
otras actividades de voluntariado, ayuda social u obras de caridad, ya que, sin
importar la necesidad detectada o la población beneficiada de esta
intervención, el resultado de aprendizaje definido es y será el fin último, que
se debe tener en mente durante todo el proceso de aplicación.
Según los aportes de Santos-Rego, Sotelino, y Lorenzo (2015) citado por Sotelino, Santos y García (2019), existen cinco pilares o elementos fundamentales que estructuran esta experiencia de Aprendizaje – Servicio. En este fascículo, estos principios se usan de base, pero se reestructuran para describir el paso a paso de esta propuesta de implementación:
1. Definición de objetivos e introducción del grupo a la dinámica. En esta etapa es muy importante que tanto docentes como estudiantes comprendan con claridad los resultados de aprendizaje que se pretenden alcanzar con la realización de este proyecto. Para esto, se puede organizar una actividad de diálogo y reflexión, de manera que para todos los participantes quede muy claro el concepto de Aprendizaje – Servicio, sus características y las mejores estrategias para implementarlo. Es indispensable evacuar todas las dudas y empoderar, con el conocimiento, a todos los estudiantes que estarán participando en el proyecto.
2. Definición de necesidades y el plan de trabajo del proyecto. Una vez que para todas las personas involucradas está clara esta estrategia de aprendizaje, el siguiente paso consiste en establecer el procedimiento con el que se definirá la necesidad a intervenir. A continuación, se sugieren algunas opciones, ya sea que el docente realice una visita por la comunidad y defina por sí mismo cuál será la condición que se trabajará en el curso, o que el docente y los estudiantes realicen una gira para identificar algunas necesidades y luego, en conjunto, seleccionen la idónea para intervenir. Otra opción, consiste en realizar visitas o entrevistas con actores claves de la comunidad, para identificar las situaciones que requieren una intervención, asimismo, se puede contactar a representantes de instituciones que prestan algún servicio a cierta población, entre otras.
En cualquier caso, es importante que la necesidad seleccionada permita alcanzar los resultados de aprendizaje y, además, que implique una oportunidad concreta de mejora para la comunidad o la institución receptora de la intervención. Una vez definida la necesidad, es necesario realizar un adecuado planeamiento del plan de trabajo que se pretende implementar. En este caso, lo más recomendado es que sean los estudiantes quieren elaboren este plan, con la supervisión de docente y de ser necesario, algún representante de la comunidad o institución en que se va a llevar a cabo esta experiencia de aprendizaje.
En este escenario, se pueden utilizar herramientas tecnológicas digitales para el trabajo colaborativo, para la elaboración de cronogramas, para la coordinación de agendas y acciones, entre otros elementos logísticos, de manera que permitan un adecuado abordaje de la necesidad detectada. Se hace énfasis en que sean los estudiantes quienes elaboren estos procesos, con la guía del docente, para que puedan involucrarse y empoderarse del proceso, desde las etapas iniciales. Como lo menciona Santos-Rego, Sotelino, y Lorenzo (2015) citados por Sotelino, Santos y García (2019) “de este modo, el alumnado podría implicarse en el proyecto desde una perspectiva profesional, construyendo así una identidad técnica que irá en favor de una óptima consecución de metas académicas” (p. 76).
3. Implementación del servicio en contacto con la comunidad – institución. Este tercer momento es muy importante, ya que es cuando los estudiantes y el docente realizan el abordaje de la necesidad detectada en la comunidad o institución elegida. En este punto, se inicia con el establecimiento de acuerdos entre el grupo de estudiantes y los representantes comunales o institucionales, para realizar las visitas y las actividades de intervención. En esta etapa, se pone en práctica el plan de implementación que se elaboró en sesiones anteriores, procurando que todos los estudiantes tengan una participación activa y en la que puedan poner en prácticas sus habilidades, así como, desarrollar nuevas. Este proceso debe orientarse hacia la consecución de los resultados de aprendizaje seleccionados del curso y al adecuado abordaje de la necesidad detectada, a través de una adecuada comunicación y coordinación con la comunidad - institución.
4. Evaluación participativa del proceso. Como en toda experiencia de aprendizaje, es importante realizar una evaluación del proceso en conjunto. Aunque se ubica en el punto cuatro, es necesario aclarar que esta evaluación debe ser continua, es decir, que debe aplicarse a lo largo de todo el desarrollo de la estrategia de Aprendizaje-Servicio. Esto debido, a que este tipo de metodologías activas no puede limitarse a tener una evaluación final de producto, sino, que cada una de las etapas o momentos de actuación de los participantes, requieren de actividades que les permitan, tanto al docente como a los estudiantes, evaluar su actuación en el proyecto, de forma individual y grupal, con el fin de recibir información para ir afianzando las fortalezas, reduciendo las debilidades en la intervención e ir corrigiendo en el camino los aspectos que así lo ameriten.
5. Sesiones de seguimiento. En
un quinto momento, una vez que se han concluido las actividades de intervención
directa con la comunidad - institución, es indispensable realizar sesiones de
seguimiento. Esto permitirá que los estudiantes y docentes puedan reflexionar
en torno al servicio brindado y al contenido de la materia, de manera que, con
una evaluación continua y formativa, puedan valorar la forma en que realizaron
ese abordaje, además, si su influencia se mantiene o evoluciona a través del
tiempo al irse incorporando a la cotidianidad de la comunidad o institución o, si,
por el contrario, se va extinguiendo con el pasar del tiempo. La información
que se genere con este seguimiento será de suma importancia para orientar los procesos
de diálogo y construcción de saberes entre estudiantes y docentes, con el
propósito de vincular, con un enfoque crítico y reflexivo, los contenidos del
curso y su actuación en la comunidad o institución. Es aquí donde se deben interconectar
las experiencias humanas con los resultados de aprendizaje seleccionados del
curso.
6. Valoración global. En esta última etapa, se realiza un proceso de evaluación con un enfoque más amplio, que puede orientarse hacia una valoración general de la estrategia de Aprendizaje – Servicio, donde se incluyen las entidades, las dinámicas, el transcurrir del servicio, el papel docente, entre otros. De esta manera, se puede valorar, desde la mirada de los actores, la selección de las comunidades o instituciones que se incluyeron el proyecto (si hubo una adecuada apertura y facilitad para intervenir, si fue oportuna su selección pues permitió alcanzar los resultados de aprendizaje esperados, entre otros), las dinámicas de trabajo que planteaba la estrategia, el desarrollo de la intervención, el acompañamiento docente, entre otros. Toda la información que se obtengan de esta actividad, permitirá el desarrollo de habilidades de análisis metacognitivo, así como, la mejora constante de esta experiencia de aprendizaje, para futuras implementaciones.
Como se puede observar a través de los diferentes elementos presentados en este fascículo, esta estrategia es compleja, pues involucra la interacción de diferentes elementos como un sistema, de manera que unidos permitan emerger una experiencia de aprendizaje auténtica, significativa e integral (desde lo profesional y para la vida). Requiere, por tanto, un cuidadoso proceso de planeamiento y evaluación continua, para ir mejorando su aplicación, en cada experiencia. A pesar de esto, los beneficios que brinda al aprendizaje son mayores y justifican cualquier esfuerzo adicional que se deba realizar como docente, para su adecuada aplicación. Como lo exponen Sotelino, Santos y García (2019),
este tipo de iniciativas supone para el participante un incremento en su desarrollo personal, experiencia que incide en una mejora significativa del aprendizaje de contenidos y habilidades específicas derivadas de la práctica, junto a valores asociados. Produce un incremento de la motivación, la autoestima y las expectativas personales, ya que su acción tiene un valor tangible en un contexto real y concreto. Podríamos denominarlos, entonces, “aprendizajes para la vida” (Santos-Rego et al., 2015). (p. 80).
Aunado a esto, para Sotelino, Santos y García (2019), esta experiencia permite a los estudiantes despertar o aumentar su sensibilidad a las situaciones sociales que se desarrollan en los contextos sociales, además, les ofrece la posibilidad de desarrollar pautas de convivencia y la reducción de prejuicios, otros.
Finalmente, se recomienda para su aplicación el mantener bien definidos los puntos clave de esta estrategia, para los estudiantes, los representantes de instituciones o comunidades y para el docente, ya que, en esta clarificación, está el factor esencial del éxito de su implementación. Como lo expone Montes, Tapia y Yaber (2011) citado por Mayor (2018), son tres los elementos distintivos de esta metodología de aprendizaje, que le permite diferenciarse de otras experiencias de aprendizaje y consisten en: a) planificación de los objetivos de aprendizaje y las actividades que se
Fernández-Martín, F. D., Arco-Tirado, J. L.,
Hervás-Torres, M., & Delgado-Pastor, L. C. (2018). Transformar la Educación
Superior y Obligatoria a través de Aprendizaje-Servicio y Mentoría. Universitas Psychologica, 17(4), 1-12. https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy17-4.teso http://web.b.ebscohost.com/ehost/pdfviewer/pdfviewer?vid=0&sid=3c6f51ec-def4-47a7-9519-37c5d4ab472e%40sessionmgr102
Mayor, D. (2018). Aprendizaje-Servicio: una práctica educativa innovadora que promueve el desarrollo de competencias del estudiantado universitario. Actualidades investigativas en educación, 18 (3). DOI: https://doi.org/10.15517/aie.v18i3.34418
Scott, C.L. 2015. El futuro del aprendizaje 2 ¿Qué tipo de aprendizaje se necesita en el siglo XXI? Investigación y Prospectiva en Educación, UNESCO, París. [Documentos de Trabajo ERF, No. 14].
Sotenilo-Losada, A., Santos-Rego, M. Á., & García-Álvarez, J. (2019). El aprendizaje-servicio como vía para el desarrollo de competencias interculturales en la Universidad. Educatio Siglo XXI, 37(1), 73–90. https://doi.org/10.6018/j/363391
María Rebeca Quesada Murillo
Asesora académica
Fascículos Navegando juntos
Centro de Formación Pedagógica y Tecnología
Educativa
Vicerrectoría de Docencia
Universidad Técnica Nacional
2019
http://navegando-juntos-utn.mozello.com/
Ilustraciones tomadas de https://www.flaticon.com/
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