Cuando se considera el tema de la pedagogía de la pregunta, es importante reflexionar acerca del valor que tiene la pregunta en nuestros espacios áulicos. Como lo expone Zuleta (2005) “el uso de la pregunta es sustancial porque propicia la reflexión, el planteamiento de problemas o hipótesis. Favorece, además, la expresión oral y/o escrita, la comunicación entre estudiantes, su atención y la creación de un ambiente favorable de aprendizaje” (p. 116). Cada uno de estos aspectos genera importantes aportes al proceso de formación que llevan a cabo los estudiantes en compañía de los docentes.
Desde un acercamiento teórico, Freire y Faundez
(2013) con su perspectiva liberadora y democrática, reflexionan acerca de la
importancia de ofrecer en los espacios educativos la pedagogía de la pregunta,
en contraposición a la pedagogía de la respuesta. Esta segunda representa a la
educación que se ha desarrollado tradicionalmente, en la que el docente desde
una posición de conocimiento y poder, ofrece respuestas a sus estudiantes, de
preguntas que ninguno de ellos ha formulado y que lamentablemente, no
necesariamente comprenden.
En
estos escenarios, no hay oportunidad de entablar un diálogo, sino que se
desarrolla un monólogo docente, con el cual, garantiza su estado de comodidad,
al recitar ideas como verdades absolutas y de manera repetitivas, para que los
estudiantes las memoricen y reproduzcan en sus nuevos espacios relacionales,
dejando de lado, e incluso, como dicen los autores Freire y Faundez (2003),
eliminando la creatividad y la posibilidad de cuestionarse sobre el
conocimiento, la realidad y sobre su propia vida, es decir, se promueve una
“castración de la curiosidad” (p. 69), limitando así “el poder de indagación
del individuo” (p. 70).
Para
los autores Freire y Faundez (2013), un docente que promueve la pedagogía de la
pregunta es aquel que respecta cada interrogante de los estudiantes, aunque
estas estén mal formuladas, sean erróneas o muy ingenuas, ya que se valora más
el acto de preguntar que la pregunta, a partir de la premisa de que “todo
conocimiento comienza por la pregunta” (p. 69). De esta manera, el docente se
convierte en un guía para ayudar a los estudiantes a formularlas adecuadamente,
ya que “solo a partir de preguntas, se buscan respuestas” (p. 69) y en este
proceso es cuando verdaderamente se promueve el aprendizaje, motivado e
impulsado desde la curiosidad de los estudiantes.
Al analizar las experiencias de aprendizaje que
se desarrollan en los espacios educativos, es posible reconocer los grandes
beneficios producidos a través de las preguntas. Según Valenzuela y Ramaciotti
(2016) el lenguaje se cataloga como una importante herramienta para el
pensamiento, el cual, se considera de calidad cuando se caracteriza por tres
elementos importantes: criticidad, creatividad y metacognición. En este
sentido, las autoras exponen que “el facilitar oportunidades a los alumnos para
reflexionar críticamente a través del lenguaje es una cuestión central en el
quehacer pedagógico; las preguntas juegan un rol fundamental en esta reflexión
(p. 44).
Desde
esta perspectiva, es fundamental para cada docente desarrollar sus habilidades
para elaborar preguntas que generen procesos de pensamiento profundos, a través
de cuestionamientos amplios, en los que no se reconozca fácilmente la
respuesta, ni se limite a una sola, ni se preconciba como adecuada o errónea,
en palabras de las autoras, las preguntas deben presentar verdaderos desafíos
cognitivos.
En
la propuesta de Valenzuela y Ramaciotti (2016) integran los aportes de
diferentes exponentes acerca de la importancia del uso de la pregunta en los
procesos de aprendizaje, en los que refieren que cuando el contenido en estudio
se profundiza a través de interrogantes, se mejora el proceso de comprensión.
Esto se puede interpretar al considerar que el estudiante pasa de ser un
receptor pasivo de la información, a posicionarse en una relación de diálogo,
en la que no se le demanda una repetición de lo ya dicho, sino, un proceso de
elaboración propia, adquisición y manejo de vocabulario técnico y una
comprensión más significativa del tema abordado, incluyendo sus propios
conocimientos previos, a través de la interacción con otros. Como lo dicen
Valenzuela y Ramaciotti (2016), permite el desarrollo de un razonamiento
analógico y causal, la habilidad de la inferencia, entre muchas otras
habilidades, que le permitirán desempeñarse de manera competente en los
escenarios personas, sociales y laborales.
Ahora bien, preguntar por preguntar, no es la
clave. Es muy importante que cada docente realice un proceso de reflexión
adecuado, de manera que pueda articular los resultados de aprendizaje del
curso, las características del contenido relevante que está en estudio, las
particularidades de la comunidad de aprendientes, las demandas sociales y
laborales que se requieren para el profesional en esta área, entre otras
condiciones importantes, de manera que cuente con la información esencial para
elaborar las preguntas idóneas para promover el proceso de aprendizaje
adecuadamente.
Para
colaborar con este proceso de elaboración de preguntas, se presenta la
propuesta de Valenzuela y Ramociotti (2016), sobre los diferentes tipos de preguntas
y sus principales aportes, desde la mirada de los autores que citan en su artículo,
en la tabla 1.
Tabla
1
Clasificación de las preguntas
Aunado
a una buena elaboración y uso de las preguntas, es indispensable que el docente
mantenga en todo momento una escucha activa, de tal manera, que pueda recocer los
puntos fuertes e insuficientes de las respuestas de los estudiantes, para
lograr generar nuevas preguntas, con el propósito de fomentar nuevos y más
profundos procesamientos cognitivos. Asimismo, asesorar a los estudiantes
cuando les corresponde elaborar preguntas que los impulsen en su camino para
aprender.
Desde el aporte de Gadamer (citado por Zuleta,
2005) se expone que “el preguntar es también el arte de pensar” (p. 116), con
lo que evidencia que pensar y preguntar son dos procesos inseparables, “porque
quien pregunta formaliza la búsqueda reflexiva del conocimiento; y segundo,
porque si el hombre piensa y tiene conciencia de ello, puede así mismo
plantearse preguntas y posibles respuestas; a partir de este necesario enlace
se producen nuevos conocimientos” (p. 116). Por lo tanto, la utilización de la
pregunta como estrategia pedagógica es un importante recurso para favorecer los
procesos comunicación y pensamiento, por ende, de aprendizaje activo y
significativo.
Esta
implementación de la pregunta puede ir dirigida por parte del personal docente
al proponer preguntas, o también, organizar los procesos para que los
estudiantes puedan elaborar sus propias preguntas. Ya que, así como es
importante que el docente formule preguntas que dinamicen el proceso de
aprendizaje, es muy necesario que se promuevan las oportunidades que permitan a
los estudiantes preguntar. Según Zuleta (2005), es “significativo que el
alumnado aprenda a formular sus propias preguntas (p. 116).
El uso de la pedagogía de
la pregunta, según el aporte de Zuleta (2005), implica “no sólo innovar e
implementar métodos y estrategias, de los materiales, de los ambientes y
espacios educativos, sino también rescatar el papel crítico-constructivo de los
educadores y de los alumnos” (p. 116). Esto se debe, a que la estrategia de la
pregunta va más allá de preguntar solo sobre los contenidos de estudio, sino
que permite a los estudiantes realizarse preguntas, que probablemente no se han hecho
en otros espacios vitales, con lo cual, pueden reflexionar sobre los contenidos
en estudio, claro, pero también sobre la interacción que estos tienen con los
compontes económicos, políticos, productivos, históricos, sociales,
humanísticos, entre muchos otros, que se generan en las diferentes esferas de
la actuación humana.
Como
se ha mencionado en otros fascículos, en este apartado no se pretende ofrecer
una receta de aplicación, pues esto contradice la propuesta del Modelo
Educativo de la UTN, que apoya los procesos creativos e innovadores de sus
docentes. Lo que si se considera oportuno es ofrecer una propuesta de
aplicación que permita conocer los principales puntos a considerar al momento
de elaborar una experiencia de aprendizaje en la que se incluyan las preguntas.
Para esto, es muy necesario considerar e incluso, estar convencidos, como lo
expone Zuleta (2005), que “la pregunta es, además, un elemento pedagógico que
estimula y da solidez al proceso de autoaprendizaje. Es una herramienta de
primer orden en el proceso de aprender a aprender” (p. 117).
De
esta manera, al momento de elaborar las preguntas que propondrá el docente o durante
el proceso de guiar a los estudiantes a crear sus propias preguntas, estas
deben ser “lúcidas y penetrantes; que hagan destellar por doquier la
perplejidad y el asombro, y que cada pregunta en el aula, sea capaz de avivar
la imaginación, la fantasía y la curiosidad en todos los compañeros de clase
(Zuleta, 2005, p. 119).
De esta manera, se presentan los siguientes elementos que pueden considerarse, para diseñar una estrategia de aprendizaje basada en preguntas:
1. Identificación del resultado de aprendizaje: como en otras propuestas, se recalca la idea de que todo proceso de planificación de clase debe partir de la definición y clarificación del resultado o resultados de aprendizaje que se esperan alcanzar en una actividad, una clase o una unidad temática. El aporte que se quiere ofrecer a la formación integral de los estudiantes, es lo que determina las características que tendrá esta estrategia de aprendizaje.
2. Selección del contenido relevante: el siguiente paso consiste en realizar un proceso reflexivo sobre el contenido que resulta relevante para poder alcanzar el resultado de aprendizaje esperado. En este sentido, el contenido no se considera como el aspecto esencial del acto de aprender, sino, que es una herramienta que le permitirá al docente facilitar el conocimiento básico para que cada estudiante construya su aprendizaje, según la orientación que se defina desde la ubicación que el curso tiene en la malla curricular de la carrera en general.
3. Definición de la dinámica de participación: aquí es importante establecer si la estrategia va a estar basada en que la persona docente sea quien elabora las preguntas que dirigirá a los estudiantes o, por el contrario, si será el profesorado quien guiará y motivará a los estudiantes a elaborar las propias preguntas que organicen la experiencia de aprendizaje. Esta claridad permitirá a todos los actores involucrados, participar de manera activa y reflexiva en la construcción del aprendizaje. Una cuestión importante, es que, en cualquiera de los casos, es muy importante que el docente diseñe ciertas preguntas primordiales o generadoras, aunque no necesariamente las vaya a presentar, pero que le permitirán, en caso de ser necesario, reforzar las preguntas de los estudiantes o movilizar la actividad si se queda inactiva en alguna etapa.
4. Elaboración de las preguntas: es punto es crucial en toda esta planificación, ya que, se debe establecer qué tipo de preguntas que requieren para promover el resultado de aprendizaje esperado, sean estas, como lo expone Valenzuela y Ramaciotti (2016) “preguntas inferenciales, predictivas e interpretativas” (p. 49), o con otras características según la clasificación antes descrita en la tabla 1. Esta definición permite elaborar las preguntas adecuadas para cada resultado, es decir, si se quiere tener una repetición del contenido visto para comprobar su memorización, si es más bien, la búsqueda de una elaboración propia que implique una descripción de la situación en estudio, o la posibilidad de reflexionar o criticar una realidad desde los aportes del contenido relevante o desde la propia experiencia, o más aún, si lo que se pretende es la vinculación de este tema de estudio con las condiciones económicas, productivas, sociales, entre otras, del momento actual, desde una perspectiva pasada o con una orientación prospectiva. En cualquiera de los casos, las preguntas elaboradas deben surgir de un adecuado proceso de investigación, análisis y reflexión, para que se conviertan en verdaderos potenciadores del proceso de aprendizaje.
5. Diseño de la experiencia de aplicación: con las preguntas ya elaboradas esta estrategia puede integrarse a través de diferentes experiencias de aprendizaje activo, ya que sus posibilidades son muy variadas. Aquí se requiere la experiencia, la creatividad, el conocimiento del grupo y de los resultados de aprendizaje buscados, que tiene la persona docente, con el fin de elegir la experiencia que mejor se ajuste. Entre las posibilidades se puede considerar:
a. Estímulo base: se puede utilizar un texto, libro, película, reportaje, podcast, artículo, simulación, entre otros recursos, que sirvan de fundamento para proponer preguntas o promover la elaboración de estas, como experiencia de aprendizaje.
b. Análisis de casos: otra opción es presentar diferentes casos, experiencias de vida, situaciones laborales reales o realistas, informes públicos sobre la gestión y resolución de eventos laborales, entre otros, que permitan a los estudiantes acercase a situaciones reales de sus espacios de trabajo actuales o futuros, con el fin de analizar y reflexionar con las preguntas, de manera auténtica, la realidad y actualidad.
c. Trabajo colaborativo: ya sea plantear la elaboración de un proyecto, la resolución de problemas, el abordaje de retos, entre otros, que les permita a los estudiantes, a través de las preguntas, reflexionar sobre la gestión general que deben realizar para afrontar con éxito este trabajo en conjunto con sus compañeros.
d. Construcción de conocimientos: otra alternativa son las dinámicas en la que se solicita la elaboración propia de los estudiantes desde sus saberes, como, por ejemplo: la lluvia de ideas, el pensamiento de diseño, los ejercicios de resolución y prácticas, giras o recorridos por espacios laborales, entre otras posibilidades. Así las preguntas se vuelven verdaderas herramientas para descubrir, ampliar y profundizar el aprendizaje.
6. Evaluación del proceso: al concluir con la puesta en práctica es importante definir un espacio o momento para la evaluación de la actividad, desde la visión del personal docente como desde la perspectiva de los estudiantes. Es importante anotar, que este tipo de preguntas pueden utilizarse al inicio de la experiencia como evaluación diagnóstica, así como, durante el desarrollo de la actividad para verificar la manera en que está siendo interiorizada o aprovechada por los estudiantes, de igual manera, utilizarse al finalizar el trabajo para verificar los aprendizajes desarrollados. La manera de implementarla puede ser muy variada, y puede adaptarse a las necesidades y posibilidades de la población meta.
Como
se ha podido observar, esta propuesta de la pedagogía de la pregunta es una
opción muy versátil, pues no se limita a una sola manera de desarrollarla, sino
que, más bien, se puede integrar a las más variadas experiencias de
aprendizaje, por lo que, se les invita a que como docentes reflexionen acerca
de las mejores opciones a través de las cuales, la pueden llevarla a cabo en
sus cursos. La idea primordial que debe motivar su planificación y guiar su aplicación,
es que quién pregunta, es aquél que tiene deseos de aprender.
Freire, P. y
Faundez, A. (2013). Por una pedagogía de la pregunta. Crítica a una educación
basada en respuestas a preguntas inexistentes. Siglo XXI Editores. Buenos
Aires, Argentina.
Valenzuela y
Ramaciotti (2016). Uso de preguntas como estrategia clave en la sala de clases:
la pieza que falta. Revista panamericana de pedagogía saberes y quehaceres del
pedagogo. (23), 37-69. Recuperado de http://search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=a9h&AN=119187277&lang=es&site=ehost-live
Zuleta, O. (2005). La pedagogía de la pregunta. Una contribución para el aprendizaje. Educere, 9 (28), 115-119. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/356/35602822.pdf
María Rebeca Quesada Murillo
Asesora académica
Fascículos Navegando juntos
Centro de Formación Pedagógica y Tecnología
Educativa
Vicerrectoría de Docencia
Universidad Técnica Nacional
2019
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