Es por muchos conocido un refrán popular que dice “dos cabezas piensan mejor que una”, el cual, además de representar una interesante manera de transmitir oralmente los conocimientos surgidos de la experiencia humana a través de los años, encierra en su contenido, un pensamiento que permite orientar procesos de reflexión más profundos, acerca del aprendizaje y su relación con las interacciones humanas. En sus pocas palabras, nos revela cómo el proceso de interacción humana es una estrategia poderosa para potenciar el conocimiento y las habilidades de cada persona, al colocarlos en una situación que le facilita sumar sus saberes a los de otras personas, en pro de la consecución de un objetivo o meta trazada. Esto puede aplicarse de manera general en cualquier situación, pero en este caso particular, se considera idóneo para ser implementado en los espacios educativos actuales.

De manera inicial, es necesario considerar que el trabajo colaborativo es la estrategia que se lleva a cabo y el aprendizaje colaborativo, es el resultado que se obtiene de esta. Según los aportes de Maldonado (2007) (citado por Ramírez y Rojas, 2014), el trabajo colaborativo es “un modelo de aprendizaje interactivo, que invita a los estudiantes a construir juntos, para lo cual demanda conjugar esfuerzos, talentos y competencias mediante una serie de transacciones que les permitan lograr las metas establecidas consensuadamente” (p. 94). Desde esta perspectiva, se considera una filosofía de interacción, en la que, según los autores, implica varios elementos constitutivos, tales como: “la autoridad, la negociación y los procesos de diálogo [que] dan al interior del grupo, la reciprocidad, la responsabilidad y las relaciones sociales” (pp. 117-118).

En el campo educativo, el trabajo colaborativo permite la “construcción colectiva de los aprendizajes a través del diálogo” (Jiménez, Revelo y Collazos, 2018, p. 118). Por lo tanto, para estos autores, el aprendizaje colaborativo es aquel que se apoya en la interacción con otros, a través de una adecuada gestión de sus puntos de vista y aportes, para construir el conocimiento juntos. Desde Johnson, Johnson y Johnson (1999) (citado por Jiménez, Revelo y Collazos, 2018), el aprendizaje colaborativo es un “sistema de interacciones cuidadosamente diseñado, que organiza e induce la influencia recíproca entre los integrantes de un equipo” (p. 119), por lo que esta estrategia de aprendizaje, requiere la implementación de técnicas variadas para dar estructura a las relaciones entre las personas involucradas.

En esta línea, Scarpeta, Rojas y Algarra (2015), exponen que esta propuesta de aprendizaje colaborativo tiene sus orígenes en los postulados de la teoría constructivista, desde la visión e investigación de Vigotski, es decir, desde la perspectiva más social del proceso de aprender. Para estos autores, la interacción social está muy relacionada con el desarrollo del aprendizaje, por lo cual, en toda experiencia educativa que se organice, se deben planificar escenarios y actividades que promuevan el diálogo, el intercambio de ideas, el debate, entre otras actividades conjuntas, para colaborar con el desarrollo del aprendizaje.

Desde la profesión docente es muy importante mantenerse actualizado, por lo que es necesario realizar un adecuado proceso de reflexión, acerca de las ventajas que pueden aportar las diferentes estrategias de aprendizaje que van surgiendo con el pasar del tiempo y el avance de la ciencia. En este caso, al considerar el aprendizaje colaborativo, pueden surgir opiniones encontradas acerca de los beneficios o limitaciones que puede aportar a las experiencias educativas. Ante esto, se van a presentar algunas ideas para que cada profesional pueda valorar esta estrategia y definir si le puede resultar efectiva en los cursos que tiene a cargo.

Según los aportes de Ramírez y Rojas (2014), este enfoque educativo promueve la colaboración en el escenario de aprendizaje, con la cual, los estudiantes aprenden unos de otros, aportando sus habilidades a un proceso de participación democrática, con reglas y asignación de roles claros. De esta manera, se considera la colaboración aplicada como una estrategia de aprendizaje que propone a los estudiantes el comprometerse “con la planificación, seguimiento y evaluación conjunta de las actividades a realizar para producir conocimientos, de tal manera, que el rol de cada integrante del grupo es vital para la consolidación de las metas de trabajo propuestas en clase” (p. 92). En este sentido, se supera la postura tradicional de un aprendizaje individualista, donde cada quien depende únicamente de sus propias cualidades y posibilidades para aprender de forma aislada. Por el contrario, con la colaboración se aprovecha la riqueza que aportan otros contextos, otras experiencias y otras miradas de la realidad.

Asimismo, en lo referente al tema de los roles de las personas involucradas en los procesos de educación, la estrategia implica un cambio en la asignación que tradicionalmente se ha realizado, es decir, que se requiere la transformación tanto del papel del docente que dicta la clase, así como, del grupo de estudiantes de la recibe de manera pasiva, limitándose a escribirla, memorizarla y recitarla durante un examen o prueba escrita.

Siguiendo esta idea, en las palabras de Ramírez y Rojas (2014), la puesta en práctica del trabajo colaborativo se basa en la transformación mental del profesor, ya que “es él quien orienta y lidera los procesos de formación de sus estudiantes (…) en procura del desarrollo del pensamiento crítico, propositivo y reflexivo de los estudiantes, así como de la construcción de conocimientos que sean significativos para ellos” (p. 91). En este caso, el docente debe promover en los estudiantes la autogestión del aprendizaje y el compromiso, así como, importantes habilidades para el trabajo colaborativo como aprender a “compartir la autoridad, a aceptar la responsabilidad y el punto de vista del otro, y a construir consenso con los demás” (Jiménez, Revelo y Collazos, 2018, p. 119).

Además, para los estudiantes también se necesita un cambio en la forma de pensar y actuar en los escenarios educativos, debido a que la estrategia requiere “desplazar la responsabilidad de los aprendizajes a los propios estudiantes que necesariamente pasa a convertirlos en sujetos activos de la construcción y gestión de su propio conocimiento” (Echazarreta, Prados, Poch y Soler, 2009, citado por Jiménez, Revelo y Collazos, 2018, p. 119). Este cambio, si no se gestiona de manera estratégica, puede generar confusión o rechazo por parte de los estudiantes, que vienen formados desde primaria y secundaria, generalmente, desde una visión tradicional de la educación, basada en la transmisión unilateral de los conocimientos. Por lo tanto, la estrategia bien implementada, delega en los estudiantes la gran tarea de aprender, siempre contando con la ayuda de un docente conocedor, comprometido y respetuoso del proceso del grupo. 

Desde la perspectiva de Jiménez, Revelo y Collazos (2018), hay varias características que diferencian esta estrategia de aprendizaje de otras, es decir, que son indispensables para un adecuado desarrollo del pensamiento colaborativo. Los autores destacan las siguientes:

  • Relación de interdependencia positiva
  • Responsabilidad individual
  • Formación heterogénea en habilidades y características
  • Distribución de responsabilidades
  • Responsabilidades compartidas
  • Alcance de objetivos
  • Comunicación, relaciones simétricas y negociación

Aunado a esto, con la implementación de la estrategia de aprendizaje colaborativo es posible promover ciertas habilidades o competencias, que se consideran aspectos fundamentales para todo profesional del siglo XXI. De esta manera, se impregna de un carácter integral, donde no solo se limita la experiencia de aprendizaje a una revisión de contenidos según el programa del curso y la carrera, sino que va más allá, al poner en juego los conocimientos previos, habilidades, competencias, actitudes y aportes particulares de cada uno de los estudiantes puede brindar, al trabajar colaborativamente por un objetivo concreto o meta. En este sentido, Ramírez y Rojas (2014), mencionan los siguientes aspectos que se fomentan a través del aprendizaje colaborativo.

  • Habilidades de comunicación efectiva.
  • Democracia participativa.
  • Toma de decisiones y resolución de conflictos.
  • Estrategias para la discusión, debate y síntesis.
  • Valores como la solidaridad, escucha, tolerancia, reciprocidad y respeto a la diversidad.
  • Rol docente dinaminzador de procesos de aprendizaje.
  • Estudiante como actor de su aprendizaje.
  • Formación de actitudes para la vida.
  • Valoración de los saberes previos del grupo.
  • Pensar y replantear ideas (reflexionar, criticar y proponer).
  • Autonomía y mayor esfuerzo personal.
  • Habilidades de indagación e investigación.
  • Mediación social.
  • Colaboración como un “valor social” (p. 95).
  • Compartir la autoridad entre docente y estudiantes.
  • Autoevaluación.

De esta manera, el trabajo colaborativo debe superar los vicios que ha venido arrastrando el trabajo grupal tradicional, en el cual, la tarea es segmentada en fragmentos, aparentemente equitativos, con la única justificación de otorgar a cada estudiante uno de ellos, para que, de forma aislada y no consensuada, cada miembro del grupo complete su parte y luego

 sea integrada al trabajo final, en muchos casos sin ninguna reflexión o revisión previa a su entrega, generando producciones como el que se retrata en la imagen 1. Por lo tanto, al mejor estilo de un proceso de producción en serie, los aprendientes solo comprenderán el segmento de tarea que se les asignó y no tendrán la posibilidad de conocer, si quiera, el tema de estudio integral que se les propuso desde el curso. Su meta es la entrega completa del producto educativo solicitado, dejando de lado, la principal razón de la actividad grupal, es decir, el aprendizaje apoyado en el intercambio humano.

Sobre este tema, en el estudio que realizaron Scarpeta, Rojas y Algarra (2015) identificaron algunos aspectos que llevan a perjudicar el trabajo en equipo, entre los que mencionaron la falta de compromiso entre los integrantes de los grupos, las responsabilidades individuales relacionados con las condiciones particulares de vida, tales como, la familia, el trabajo, las costumbres y expresiones culturales. Además, se incluyeron aspectos como la ubicación geográfica, el tipo de relaciones que se establecen en los grupos, las cuales, a veces solo están enfocadas en el desarrollo de la tarea y no en un interés en profundizar en los temas analizados o en la vinculación con otros, los tipos de personalidad que van desde autoritarios hasta desentendidos, así como, la actitud individualista en muchos casos.

Aunado a esto, Scarpeta, Rojas y Algarra (2015) en los resultados de su investigación, detectaron dificultades específicas en los procesos de intercambio o socialización de ideas entre los estudiantes, lo que puede interferir con el buen desarrollo del aprendizaje colaborativo. Específicamente, analizaron el trabajo colaborativo apoyado en medios virtuales, como lo es la actividad del foro, en la cual encontraron situaciones problemáticas, a saber, que el trabajo recae sobre unos cuantos y no es para todos los miembros del grupo por igual, que en muchos casos realizan un ingreso tardío a la actividad _muy cercano a finalizar el periodo_ por lo que se imposibilita la lectura del aporte de los demás, al igual que el diálogo y la generación de propuestas conjuntas. Asimismo, que las participaciones no son las esperadas, pues suelen ser muy básicas o sin profundizar, sin aporte original o sin relación con el contenido, además, que no se realizan interacciones directas entre los aportes de los estudiantes. 

Aunque esta investigación se realizó en una institución y periodo específico, por lo que no es posible generalizar sus resultados a otros espacios, si es factible reflexionar acerca de estos aspectos identificados como dificultades durante la implementación del trabajo colaborativo. Estos elementos se pueden utilizar como base para el análisis de las propias experiencias educativas que realiza cada docente, ya que es muy probable que se puedan identificar con algunas de estas situaciones problemáticas y, por ende, se conviertan en puntos focales al momento de planificar la implementación de esta estrategia. 

Una vez que se ha reflexionado sobre estos temas, se presenta una propuesta de aplicación de la estrategia de Aprendizaje Colaborativo, que plantea algunas ideas claves para guiar su implementación. Es importante aclarar que de ninguna manera pretende ser un manual o recetario, sino más bien, ofrecer unas pautas que orienten el proceso que podrá realizar cada docente interesado en integrar el trabajo colaborativo en sus cursos.

Inicialmente, es importante considerar que, en la puesta en práctica de esta estrategia, es necesario realizar un adecuado proceso de reflexión y planificación, para contribuir con el desarrollo del aprendizaje colaborativo. Desde lo expuesto por Gutiérrez (2009) (citado por Ramírez y Rojas, 2014) es necesario tomar en cuenta tres elementos indispensables, entre ellos: “la interdependencia positiva” (p. 93), considerada como la reciprocidad y complementariedad; “la construcción del Significado” (p. 93), en las que se deben integrar saberes y conocimientos y finalmente, “las relaciones psicosociales” (p. 93), definidas como la interacción entre las personas. Cada uno de estos tres aspectos, son los que permiten llevar a cabo una adecuada aplicación del trabajo colaborativo.

Otro elemento que resulta importante al momento de realizar su aplicación, es tener claridad en lo que es y lo que no es, el aprendizaje colaborativo, por lo cual se presentan algunos elementos diferenciadores en comparación con el aprendizaje cooperativo, para así, evitar confundir ambas estrategias. Según Escolano, Aragonés, Herrero (2012) (citados por Jiménez, Revelo y Collazos, 2018) hay una clara diferencia entre el trabajo colaborativo y el trabajo cooperativo, basada en ciertos argumentos, que se resumen en la Tabla 1.

Al concluir este análisis, se presenta la propuesta de aplicación, que destaca los pasos o etapas que se pueden considerar:

  1. Planificación de la experiencia de aprendizaje: en esta etapa el docente debe tener muy claro cuál o cuáles son los resultados de aprendizaje a los que esta experiencia orientará a alcanzar a los estudiantes. En este punto, puede ser una propuesta estructura o un planteamiento más básico, que brinde mayor libertad o rango de acción para los estudiantes. En cualquier caso, es indispensable que se planee adecuadamente la estrategia, para evitar las dificultades o situaciones problemáticas, que pueden enfrentar los estudiantes y docentes al trabajar de manera colaborativa.
  2. Clarificación del concepto de trabajo colaborativo: como se mencionó anteriormente, es muy importante que tanto docentes como estudiantes tengan claridad en esta estrategia de aprendizaje. Es necesario que puedan comprender las implicaciones y compromisos que se asumen al participar en una propuesta de aprendizaje colaborativo. Aquí se deben resolver todas las dudas que puedan surgir y ofrecer la información requerida para la implementación de la actividad.
  3. Conformación de equipos de trabajo: en este momento es importante que se realice la selección o asignación de los miembros de los equipos de trabajo o comunidades de aprendizaje. Para esta etapa hay varias modalidades, ya sea la formación de los equipos por parte del docente, por elección de los estudiantes o al azar. Su elección va a depender de los resultados de aprendizaje que el docente se haya planteado durante la planificación de la estrategia.
  4.  Análisis de las habilidades y competencias: en el interior de cada equipo de trabajo es necesario realizar una evaluación de las fortalezas, limitaciones, preferencias y facilidades de cada uno de sus miembros, en relación con los posibles aportes que cada quien pueda brindar al equipo, en pro de culminar con éxito el proceso de aprendizaje planteado. Aquí se puede utilizar algún instrumento suministrado por el profesor o dejarlo de manera libre, a la creatividad de cada grupo.
  5. Asignación de roles:  una vez que se han conocido los miembros del equipo, es muy importante definir roles de actuación, es decir, las funciones que cada uno de ellos podrá desempeñar durante el desarrollo de esta experiencia de aprendizaje. En este paso, es recomendable que sea el docente quien proponga los roles, ya que es él quien tiene más claro los resultados de aprendizaje, por lo que esta distribución de funciones deberá responder a estos. Existen otras opciones, como que los grupos de trabajo sean quienes definen los roles según la propuesta de trabajo planteada, entre otras. Independientemente de quien proponga los roles, lo que sí se requiere, es que sean los aprendientes, a partir de los procesos de análisis que realizaron en el paso anterior, quienes se ofrezcan o asignen los roles a cada uno de sus miembros. De esta manera, se propone en forma directa que cada una de las personas debe mantener una participación activa en su equipo, desde el rol que está desempeñando.
  6. Planteamiento de la actividad: se presenta la propuesta de trabajo colaborativo, en la cual se pueden incluir diversas experiencias, como casos de estudio, proyectos, análisis de problemáticas, entre muchas otras. Al tratarse de una modalidad de trabajo, es decir, la manera en que se organizan los aprendientes para participar en la experiencia educativa, la actividad propuesta puede ser elegida entre una variada lista de opciones de las metodologías activas, permitiendo diferentes posibilidades de trabajo, según las particularidades de los resultados de aprendizaje que se pretenden alcanzar y las características de la población aprendiente. Aquí se recomienda que el esfuerzo requerido para completar la tarea, sea congruente con la cantidad de miembros de los grupos, así como, con las habilidades y competencias que estos tienen, es decir, que implique un reto pero que sea alcanzable. Asimismo, la actividad planteada debe estar claramente definida, en relación con lo que se requiere del proceso, el producto final y la evaluación.
  7. Investigación sobre el tema: indistintamente de la actividad elegida anteriormente, se debe proponer la condición de realizar un proceso recolección de información, desde diferentes fuentes, sean estas bibliografías, sociales, documentales, experienciales, entre otras, con el propósito de que cada aprendiente pueda tener un adecuado conocimiento de la temática que se plantea en la actividad y pueda así, realizar un adecuado abordaje de esta.
  8. Definición de la respuesta grupal: una vez que obtuvieron la información del tema, es importante que se planteé un espacio en el que cada miembro pueda expresar sus opiniones, dudas o propuestas de abordaje, de manera libre y democrática, y en el cual, también puedan escuchar, en un clima de respeto, las opiniones de los demás miembros del grupo. Este esfuerzo les permitirá organizarse para asumir una posición ante el tema y construir en conjunto una respuesta.
  9. Desarrollo de la tarea: una vez que se han alcanzado los acuerdos necesarios, se continúa con el proceso de realización del trabajo, sea este la elaboración de un informe, una presentación, un proyecto, una maqueta, entre otros, como producto final del proceso de aprendizaje que han venido desarrollando. Aquí se ponen en práctica las diferentes habilidades y competencias de cada uno de los miembros del grupo.
  10. Compartir de experiencias: es muy importante que los procesos de aprendizaje que cada comunidad desarrolló, no se queden limitados solo al conocimiento de sus propios miembros, si no, que se deben planificar experiencias que les permita socializar sus aprendizajes y productos finales, con los aprendientes de otros grupos. Esto les facilita tener diferentes puntos de vista sobre el tema analizado, así como, una realimentación nutrida por los aportes de los demás miembros del grupo total de clase, incluyendo también, al docente a cargo.
  11. Evaluación: así como el docente ha ido revisando el proceso de aprendizaje de cada grupo, es necesario que se realice una evaluación al concluir la tarea. Para esto, se recomienda que el personal docente elabore un instrumento de evaluación que le permita valorar la experiencia y el trabajo realizado por cada comunidad de aprendizaje. Además, es muy importante brindarles a los aprendientes la posibilidad de evaluar el trabajo de los compañeros de otros grupos, así como, evaluar la participación de sus propios compañeros de comunidad de aprendizaje. Finalmente, un proceso que resulta muy necesario para mejorar las experiencias de aprendizaje, es que cada aprendiente pueda realizar un proceso de autoevaluación acerca de su participación en el grupo, por lo que, es necesario crear un instrumento que le oriente su proceso de autoevaluación, para que la realice de la manera más objetiva posible y esta información, le sirva para mejorar sus habilidades para aprender.

Esta estrategia de aprendizaje, adecuadamente planificada, permite un aprendizaje que va más allá de los contenidos propuestos en los resultados de aprendizaje, si no, que desarrolla también las habilidades de interacción social, tan necesarias en los escenarios personales, sociales y laborales. Así, se promueve un aprendizaje integral tanto desde la dimensión técnica como desde lo humano. Como lo exponen Ramírez y Rojas (2014),

“al trabajar colaborativamente se materializa la humanización de un aprendizaje centrado en el desarrollo de potencialidades puestas al servicio de un colectivo, ya que, se reconoce que el ser humano es social y, por tanto, su actuar y su pensamiento influye en el contexto y en los demás” (pp. 97-98). 


Al reflexionar sobre las grandes ventajas que ofrece esta metodología para promover el aprendizaje activo y las principales etapas que pueden tomarse en cuenta a la hora de su implementación, se motiva al docente a que la incorpore a los procesos educativos que tiene a cargo. Esto lo logra, desde una figura de mediador cognitivo, donde pueda, desde un diseño instruccional adecuado, favorecer el aprendizaje en sus estudiantes, ya que como lo mencionan Ramírez y Rojas (2014), el profesor es “mediador entre el estudiante, el conocimiento y el contexto socio-cultural (p. 99).


Asimismo, es muy importante enfatizar en la gran responsabilidad que asume el docente, en relación con el éxito que pueda tener la implementación de esta metodología activa. Por lo cual, según los aportes de Scarpeta, Rojas y Algarra (2015) se presentan las siguientes recomendaciones, para lograr ofrecer esta estrategia de aprendizaje de la mejor manera posible.

  • Primero, es indispensable esforzarse por presentar con claridad las instrucciones de todo el trabajo que los aprendientes deben realizar.
  • Segundo, todas las actividades que se propongan deben propiciar la aplicación de conocimientos, es decir, la puesta en práctica de los saberes y no solo la apropiación de contenidos.
  • Tercero, se debe promover la utilización de recursos multimedia, digitales, interactivos, etc., ya que, al requerirse esfuerzos para trabajar colaborativamente y considerando que las realidades de cada uno de los estudiantes pueden ser diferentes, es necesario apoyarse de las facilidades que ofrece la tecnología para reducir distancias, hacer coincidir agendas y aprovechar al máximo los recursos.
  • Cuarto, la experiencia debe contar con procesos de realimentación adecuados, en los cuales sea posible incluir los instrumentos de evaluación, tanto para la evaluación sumativa como para la formativa de todos los aprendizajes.
  • Finalmente, el quinto punto indica que cada docente, en su rol de facilitador, debe estar atento al proceso, ya sea para impulsar los momentos en que se esté desarrollando el aprendizaje de manera fluida, así como, para detectar los conflictos que puedan ir surgiendo, con el fin de canalizarlos de la mejor manera y evitar problemas mayores. 

De esta manera, se han presentado algunas ideas en relación con el Aprendizaje colaborativo. Asimismo, se lanza la invitación, para que puedan investigar un poco más sobre esta interesante estrategia, de manera que puedan ponerla en práctica en los cursos que tienen a cargo.

Ramírez, E. D. R., & Rojas, R. F. (2014). El Trabajo Colaborativo como estrategia para construir conocimientos. Antropología y Sociología: Virajes16(1), 89–101. Retrieved from http://search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=a9h&AN=110224426&lang=es&site=ehost-live

Scarpeta, D. F., Rojas, S. B., & Algarra, D. M. (2015). Estrategias de Trabajo Colaborativo en Ambientes Virtuales de Aprendizaje. Revista Q9(18), 1–14. Retrieved from http://search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=a9h&AN=117705191&lang=es&site=ehost-live

Revelo, O., Collazos, C. A., & Jiménez, J. A. (2018). El trabajo colaborativo como estrategia didáctica para la enseñanza/aprendizaje de la programación: una revisión sistemática de literatura. TecnoLógicas21(41), 115-134. Retrieved January 30, 2019, from http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0123-77992018000100008&lng=en&tlng=es


María Rebeca Quesada Murillo

Asesora académica

Fascículos Navegando juntos

Centro de Formación Pedagógica y Tecnología Educativa

Vicerrectoría de Docencia

Universidad Técnica Nacional

2019

http://navegando-juntos-utn.mozello.com/

Ilustraciones tomadas de https://www.flaticon.com/


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