Cuando
se tiene la posibilidad de mirar atrás y reflexionar de manera retrospectiva,
hay una realidad ineludible: las cosas han cambiado y continúan cambiando. Testigos
de esto, son los docentes que vivenciaron ciertas condiciones particulares en
sus procesos de formación básica y profesional y, que ahora, desde las
diferentes vivencias parece que no son suficientes para las nuevas
generaciones. Este es un reto importante para el docente actual, ya que, si en
el pasado con tener a mano el conocimiento teórico y buenas competencias en
oratorio, era el centro de su clase; en estos días, se le exige más que eso.
Esta condición implica un cambio en los roles que cumplen los diferentes
actores del proceso de aprendizaje.
En este contexto de
transformación, surge la estrategia de mediación pedagógica denominada clase
inversa, también llamada aula invertida o flipped
classroom. Como su nombre lo indica, su principal característica es la
generación de un giro de 180 grados en relación con el lugar que ocupan las
personas que integran la experiencia de aprendizaje, es decir, que se coloca
tanto a docentes como a estudiantes, en posiciones opuestas a las asignadas
tradicionalmente y en escenarios distintos, con el fin de promover el
aprendizaje.
Para
iniciar este acercamiento a la estrategia clase inversa, es importante resaltar
que, según lo expuesto por Arrobas, Cazenave, Cañizares y Fernández (2014),
este término se utilizó de manera formal en el libro Flip your classroom de los autores Bergmann y Sams en el 2012.
Ellos plantearon la necesidad de implementar modelos metodológicos, apoyados en
aquellas tecnologías que faciliten el intercambio de información. Su principal
objetivo es solventar las necesidades de aprendizaje de los estudiantes, a
través de actividades sincrónicos y asincrónicas, que promueven el
autoaprendizaje, el trabajo colaborativo y la evaluación en espacios diferentes
al aula.
La estrategia de la
clase inversa, consiste en una modificación que se realiza a la dinámica de
aprendizaje desarrollada en las clases tradicionales. Para comprenderla mejor,
es necesario centrarnos en el escenario de la enseñanza, en el cual, el docente
se ubica en la posición del conocimiento, espacio privilegiado para ejercer el
poder, desde el que planifica, ejecuta y evalúa todas las acciones educativas,
dirigidas hacia los estudiantes, quienes las reciben y realizan de manera
pasiva, acrítica y sin una adecuada consciencia o sentido de lo que se aprende.
Estas acciones se han mantenido desde mucho tiempo atrás, por lo que, la clase
inversa se presenta con una oportunidad para realizar innovaciones en la manera
en que se promueve el aprendizaje.
Cuando
se hace referencia a la clase inversa, se abre un horizonte amplio para
implementar innovaciones educativas, ya que, es posible integrar una serie de
dinámicas, recursos y metodologías activas, dentro de su implementación, debido
a que, abre un escenario idóneo para la creatividad, la producción estudiantil
y la incorporación de las tecnologías. Es una oportunidad para modificar la
manera en que mediamos el aprendizaje.
El primer cambio que
se presenta es el de dejar de pensar en enseñanza y enfocarse en el
aprendizaje. Con este cambio, se revalora el papel del estudiante, ya que, el
acto de aprender no se gesta en el profesor, sino, que es en el estudiante
donde se lleva a cabo, por lo tanto, se deben facilitar todos los recursos y
acomodar los diferentes ambientes, de manera que cada aprendiente pueda tener
una participación activa y consciente en su aprendizaje. Para el profesor, este
cambio implica realizar un proceso de reflexión sobre su práctica docente, al
punto de valorar si está más orientada a la enseñanza, es decir, pensada
primordialmente desde su propio accionar, o si pone el énfasis en las
actuaciones y producción de los estudiantes.
Apoyado
en este punto, aparece un segundo cambio necesario, que consiste en variar las
dinámicas y los escenarios de aprendizaje. En este sentido, como lo mencionan Vidal,
Rivera, Nolla, Morales y Vialart (2016), la actividad de acercarse al contenido
migra de realizarse en un espacio grupal, que sería el salón de clase, a un
espacio individual, es decir, su casa o escenario personal. Por lo que, el
estudiante en el tiempo que está fuera de las clases presenciales, dispone de
diferentes recursos para interactuar con el contenido o fundamento teórico del
curso, principalmente a través de diferentes medios tecnológicos. Asimismo, al
llegar a la clase, puede aprovechar de un espacio grupal o colectivo que se
vuelve más dinámico, interactivo y de aplicación de los conceptos aprendidos
fuera del aula. En este sentido, Barreras (2016) menciona que “el contenido se
relaciona más con escenarios reales y la clase se utiliza para un pensamiento
crítico y resolución de problemas” (p. 176).
Un tercer cambio que puede percibirse, es a nivel de las actuaciones que realizan las personas involucradas en el proceso de aprendizaje. En este caso, las principales modificaciones son las siguientes:
- El profesor debe
realizar tareas previas para la selección o elaboración de material adecuado
para esta dinámica de aprendizaje, además, con el apoyo de la tecnología debe
ampliar las posibilidades de comunicación y horarios, para la resolución de
consultas. Esta idea se apoya en los aportes de Vidal, Rivera, Nolla, Morales y
Vialart (2016), al indicar que el docente debe procurar que el estudiante
“pueda obtener información en el tiempo y lugar que no requiere la presencia
física del profesor (p. 678). Asimismo, durante la clase se convierte en un
mediador y facilitador del aprendizaje, siempre atento para realizar un
adecuado acompañamiento del trabajo que están realizando los estudiantes. Como
lo expone Barreras (2016) el “profesor como colaborador dialogante” (p. 175),
es una figura indispensable en esta estrategia de aprendizaje y se requiere que
el docente tenga competencias digitales, para integrar la tecnología de manera
pertinente.
- El estudiante debe
asumir un proceso de autoaprendizaje y autorregulación, ya que, es él quien
organiza su tiempo fuera de la clase para estudiar el contenido y utilizar los
recursos que el docente le ha facilitado, así como, para la búsqueda de nueva
información que le permita ampliar sus conocimientos. Es decir, exige al
estudiante una adecuada preparación. De esta manera, durante la clase debe
realizar una serie de ejercicios o tareas que el docente ha propuesto para el
trabajo presencial, con el propósito de poner en práctica todos los
conocimientos adquiridos en la etapa anterior. Como lo indican Arrobas,
Cazenave, Cañizares y Fernández (2014), es necesario “priorizar la aplicación
práctica de esos conocimientos en el aula (p. 398).
Un cuarto cambio que se puede asociar a la estrategia de clase inversa, es el incremento del trabajo colaborativo, ya que, como el proceso de revisión del contenido teórico se realiza en espacios fuera de la clase, en ella, se habilitan más posibilidades para la construcción conjunta de aprendizajes, en la que pueden interactuar e intercambiar ideas, opiniones y descubrimientos entre pares, así como, con el personal docente que está a cargo del curso. Así, al reconocerse como protagonistas de su propio aprendizaje, deben desarrollar las estrategias para organizar el trabajo entre todos, de la manera más eficiente posible.
Un quinto aspecto, que va muy relacionado con el anterior, es que este tipo de estrategias ofrece nuevas posibilidades de evaluación, ya que, al liberar tiempo de clase, se pueden incorporar diferentes actividades para valorar el aprendizaje. Con esto, se facilita la realimentación entre los estudiantes, así como con el profesor, además, se pueden realizar actividades evaluativas alternativas, tales como, simulaciones, pruebas de ejecución, estudios de casos, construcción de productos, entre otras. De esta manera, como su aplicación implica más tiempo que un examen, muchas veces se han dejado de lado, desde un enfoque tradicional de la educación, a pesar de su eficacia.
Cuando
se analizan estas características de la clase inversa, es posible distinguir
los principales aportes que brinda esta metodología activa, que como lo
mencionan Vidal, Rivera, Nolla, Morales y Vialart (2016), colabora con el
aumento del compromiso por parte del estudiante, permite y exige el desarrollo
de estrategias para el autoapredizaje, involucra y promueve los procesos de
socialización, lleva a cabo la integración de la realidad a la dinámica de
aprendizaje y al docente le permite llevar a cabo una atención más
personalizada con los estudiantes. En este escenario, es posible visualizar
también oportunidades para mejorar los procesos de evaluación de los
aprendizajes.
Asimismo, como lo indican Vidal, Rivera, Nolla, Morales y Vialart (2016), esta estrategia de aprendizaje también requiere ciertas condiciones para su adecuado desarrollo, como, por ejemplo, la elaboración previa de recursos multimedia educativos y la selección de redes, plataformas, sitios y otros recursos web, para promover la adecuada comunicación. Además, es necesario que los docentes se sientan cómodos y motivados a cumplir con la función de auxiliar o apoyo en los trabajos que están realizando los estudiantes. Para esto, es necesario que el docente tenga una serie de competencias que le faciliten un adecuado desempeño en esta modalidad de aprendizaje.
La
Universidad Técnica Nacional se ha preocupado por ofrecer las mejores
oportunidades de aprendizaje a los estudiantes que la han seleccionado para su
formación profesional. Esto se ve reflejado en los argumentos que expone el
Modelo Educativo, en el cual, se evidencia que su oferta educativa se
fundamenta desde una visión holística y del pensamiento complejo, apoyada en la
Biopedagogía y la Ecoformación. Asimismo, en un proceso de aprendizaje que
integra la mediación pedagógica, por lo que, la utilización de las metodologías
activas concuerda de manera estratégica con este Modelo. Así, la clase inversa se
ofrece como un importante recurso para promover el aprendizaje significativo y
contextualizado, que se requiere desde el perfil de salida estudiantil de esta
universidad.
En este contexto, se ofrece una secuencia sugerida de pasos para implementar la estrategia de mediación pedagógica, con el propósito de que cada docente reflexione sobre estos y realice los ajustes necesarios, según las particularidades del curso y del grupo que tiene a su cargo. Es importante aclarar, que no se trata de una planificación estructurada y definitiva que asegura su éxito, sino más bien, de una lista de condiciones que pueden considerarse al momento de planificar su aplicación. Para Gallegos, Gallegos y Flores (2017), a la clase inversa es posible considerarla como un proceso que se compone de tres etapas: producir, implementar y evaluar, como lo indican a continuación.
Partiendo de esta descripción de la estrategia, los principales resultados pedagógicos que se quieren alcanzar con el uso del aula inversa, como lo mencionan Arrobas, Cazenave, Cañizares y Fernández (2014), consisten en:El desarrollo consiste en producir y/o seleccionar los contenidos, materiales y actividades a usar en la clase invertida; la implementación en publicar y distribuir el material desarrollado; y la evaluación (formativa y sumativa) diseñar pruebas específicas para analizar los resultados de la clase invertida (Gallegos, Gallegos y Flores, 2017, p. 113).
Desde la propuesta de Barrantes (2018), todo proceso de implementación del aula inversa se debe planificar desde una secuencia de aprendizaje que incluye tres momentos distintos, a saber, la preclase, la clase y la postclase. De esta manera, es posible organizar cada uno de los escenarios de aprendizaje y desarrollar las actividades y recursos idóneos, para promover el aprendizaje en los estudiantes, en cada una de las etapas. Utilizando esta propuesta de organización y agregando otras etapas que se consideran necesarias, se presentan los pasos sugeridos para implementar esta metodología activa.Involucrar a los estudiantes en realizar actividades previas a la clase teórica y en segundo lugar instaurar un cambio de mentalidad en los docentes de tal manera que pasen más tiempo interactuando con los estudiantes en lugar de realizar exposiciones eminentemente teóricas (Bloom 1956, Bonwell y Eison 1951) (p. 398).
1. Planificación: en esta etapa se
inicia la implementación de la estrategia, la cual, demanda un esfuerzo
importante por parte del profesor, ya que es aquí donde el docente debe aplicar
su creatividad, criticidad y experticia en la selección o elaboración de los
materiales, recursos multimedia y herramientas tecnológicas de comunicación,
necesarias para organizar la preclase, según los resultados de aprendizaje que
se esperan. La importancia de este proceso radica, en que, el docente debe
reemplazar la función que tradicionalmente realizaba en la clase presencial,
con su voz, pizarra o videoproyecto y que estaba totalmente a su cargo, por una
nueva estrategia, que ahora queda sujeta a la responsabilidad de cada
estudiante. Por lo tanto, como docente debe investigar, evaluar y utilizar las
herramientas idóneas para que ese fundamento teórico sea comprendido por los
estudiantes, lo que implica, que llegue a todas las personas, les permita
mantenerse motivados y les facilite un aprendizaje significativo.
2. Preclase: consiste en el trabajo que se debe realizar antes de la clase presencial. En esta etapa, como lo menciona Barrantes (2018), es donde se realiza la transferencia de contenido. Desde el Modelo Educativo, es aquí donde se brinda a los estudiantes el acercamiento a los contenidos relevantes, es decir, los fundamentos teóricos, información o datos que son necesarios para alcanzar el resultado de aprendizaje planteado. Así, las actividades que realizan estudiantes y docentes son diferentes, pero igualmente importantes, por lo que, a continuación, se describen desde la mirada de ambos actores.
Los estudiantes: deben organizar adecuadamente su tiempo, de tal manera, que durante el periodo libre o fuera de las clases presenciales, puedan revisar, analizar y reflexionar el material que el docente ha presentado para esta preclase. Este proceso puede incluir: visualizar videos, leer textos o artículos científicos, revisar documentos de estudio, escuchar audios, revisar libros, entre otros. Asimismo, en esta etapa el docente puede indicar al estudiante, o que este lo considere necesario por sí mismo, la acción de investigar más sobre el tema tratado, con el fin de mejorar su comprensión. Además, se puede enriquecer la experiencia al solicitar al estudiante realizar ejercicios de preguntas o actividades pequeñas de intercambio entre compañeros, que estén vinculadas con el contenido y permitan su profundización.
Los docentes: deben permanecer atentos a las consultas de los estudiantes o a las dificultades que puedan presentar durante el estudio de los contenidos. A pesar de esto, es necesario que logren respetar el espacio de los estudiantes y permitir que estos desarrollen sus propias habilidades de autorregulación y, por ende, de autoaprendizaje. La autonomía es una condición necesaria de promover en los estudiantes, ya que es un punto clave en esta estrategia de mediación pedagógica desde las metodologías activa. En este punto, puede ser necesario valorar de qué manera podremos estar seguros si los estudiantes revisaron el material o no. Así, se ofrecen opciones tales como, realizar evaluaciones y asignar porcentajes a las actividades de la preclase, así como, planificar actividades de comprobación del conocimiento durante los primeros minutos de la clase presencial.
3. Clase: una vez que los estudiantes se han preparado en la preclase, en esta segunda etapa se promueve un aprendizaje activo durante la sesión presencial. Como lo expone Barrantes (2018), el principal elemento es la enseñanza activa, por lo cual, desde nuestra perspectiva, es aquí, donde los docentes van a conformar un escenario o espacio mediado en el que los estudiantes tendrán todo lo necesario, para poner en práctica el conocimiento adquirido y para seguir aprendiendo. Aquí se promueve la experiencia de aprender haciendo. A continuación, se describe la participación de ambos actores.
Los estudiantes: asisten al espacio de clase presencial que el docente ha organizado, sea este, un aula, un laboratorio, un pasillo, un patio, una empresa, entre otros, su elección depende de los resultados de aprendizaje esperados. En este espacio, deben participar según las metodologías activas propuestas por los docentes a cargo o por otros estudiantes, según la dinámica de la clase. Entre las estrategias, se puede mencionar el aprendizaje por proyectos, el aprendizaje basado en problemas, las simulaciones, entre otros, ya que, el principal objetivo es que los estudiantes afiancen su proceso de construcción del conocimiento, a través de una participación activa, creativa, reflexiva, crítica consiente y motivante. Por lo que, los estudiantes deben responder y hacerse cargo de todo el proceso, poner en práctica sus habilidades, razonamientos, competencias y esfuerzos, para salir adelante con la tarea. Pueden ser actividades tanto individuales como grupales.
Los docentes: el docente participa de clase como un espectador según el plan de trabajo elaborado, sin interferir directamente con el trabajo que están realizando los estudiantes, a menos de que así se lo soliciten, a través de una consultas o duda, siempre promoviendo y respetando aprendizaje autónomo y colaborativo entre ellos. Debe visualizar el aporte o avance en el actuar de los estudiantes, escuchar las discusiones de estudiantes, clarificar errores o desacierto en el trabajo y discurso, entre otros. El docente requiere hacer un enlace o conexión con la preclase y posteriormente, con la postclase, por ejemplo, a través de preguntas u otras dinámicas de relación.
En este punto, es
importante reflexionar en relación con espacio físico de la clase presencial,
ya que, tanto la infraestructura como el mobiliario, deben promover y facilitar
la interacción. Para Barrantes (2018) la distribución en una clase requiere
mesas redondas distribuidas por el espacio, que permitan tanto armar grupos,
así como, el trabajo individual. Además, que en todas las paredes se coloquen
pizarras, para los estudiantes puedan ubicarse en ellas, expresarse, compartir
ideas y resolver problemas.
4. Postclase: en esta etapa es
cuando se realiza un cierre del proceso de aprendizaje de la clase inversa. Según
Barrantes (2018) su principal propósito es realizar una revisión de conceptos y
evaluación. Es probable que esta se planifique de manera general, pero que se
deba enriquecer con los aspectos sobresalientes que se detecten en la clase
presencial. A continuación, se describe la actuación de cada uno.
Los estudiantes: deben participar de las actividades o dinámicas propuestas por el docente de manera no presencial, utilizando las herramientas tecnológicas indicadas. Entre ellas, se que pueden incluir cuestionarios, ejercicios de razonamiento, resolución de problemas, entre otros.
Los docentes: en esta etapa el docente ha elaborado la estrategia e instrumento para llevar a cabo la verificación del aprendizaje, por lo que, debe promover la autorreflexión sobre el proceso realizado. Asimismo, deben resolver dudas de los estudiantes, aclarar conceptos, procesos, aplicaciones, entre otros. Aquí puede llevarse a cabo la evaluación de los aprendizajes.
Finalmente,
un punto para la reflexión que resulta de mucha importancia, consiste en realizar
una evaluación general de la estrategia, en relación con las dinámicas, las
preguntas, los recursos, entre otros, usando como base, los objetivos o
resultados de aprendizaje de la actividad. Esto con el propósito de ir
mejorando esta aplicación, con los nuevos conocimientos y las nuevas
experiencias.
De esta manera, esperamos que estas ideas le hayan despertado su curiosidad, y justamente, quiera salir a buscar más información acerca de la clase inversa. Como se mencionó anteriormente, no es una propuesta acabada, sino más bien, un estímulo para promover experiencias y diálogos en relación con esta estrategia de mediación pedagógica.
Arrobas,
T., Cazenave, J., Cañizares, J. y Fernández, M. (2014). Herramientas didácticas
para mejorar el rendimiento académico. REDU Revista
de Docencia Universitaria. 12(4),
pp. 397-413. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4908216
Barrantes, A. (2018). Aula invertida y Blender learning. Laspau. (Video). Material de uso interno.
Barreras, A. (2016). Experiencia de la clase inversa en didáctica de las lenguas extranjeras. Educatio Siglo XXI. 34(1), pp. 173-196. Recuperado https://digitum.um.es/jspui/bitstream/10201/50666/1/253281-882291-1-PB.pdf
Gallegos, D., Gallegos, M. y Flores, H. (2017). Implementación de la clase invertida como propuesta metodológica en el aprendizaje de la Ley de Distribución de Planck. INNOVA Research Journal, 2(6), pp. 112-119. Recuperado de http://www.journaluidegye.com/magazine/index.php/innova/article/view/224
Vidal, M., Rivera, N.,
Nolla, N., Morales, I y Vialart, M. (2016). Aula invertida, nueva estrategia
didáctica. Educación Médica Superior.
30(3). Recuperado http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-21412016000300020
Flaticon. Fuente de las imágenes. https://www.flaticon.com/
María Rebeca Quesada Murillo
Asesora académica
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Vicerrectoría de Docencia
Universidad Técnica Nacional
2018
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